Iglesia de Venialbo

IGLESIA DE VENIALBO

Venialbo fue villa de señorío de los obispos de Zamora que tenían dominio total sobre ella desde el siglo XIII, hasta que en el siglo XVI, en el que  Felipe II decidió recuperar y enajenar dicha jurisdicción sirviéndose de un breve del papa Gregorio XIII, que lo facultaba para vender en sus reinos cualesquier lugares, fortalezas y derechos eclesiásticos con rentas anuales inferiores a 40.000 ducados, indemnizando a las entidades propietarias, para financiar los grandes costes que a la monarquía católica reportaba la defensa de la fe cristiana contra turcos y protestantes.

Para librarse de la dependencia de un nuevo señor, los vecinos de Venialbo decidieron empeñarse y pagar para su incorporación al realengo con la promesa de no ser nunca segregada de la jurisdicción real. 

Las primeras noticias que tenemos de una iglesia en Venialbo son del 1129, donde el rey Alfonso VII y su esposa Berenguela  donan dicho templo al monasterio de Santo Tomé de Zamora, del cual no se conserva nada.

Los restos más tardíos que conservamos responden a una construcción tardorománica del siglo XII,  que comienzan por la cabecera, que constaba de tres capillas cuadrangulares muy sencillas, concebida para acoplarle después tres naves; pero, cuando en una fase posterior se decidió reconstruir el cuerpo de la iglesia primitiva, optaron por hacerlo de nave única. De dicha  construcción sólo queda un lienzo de la pared que da al norte con su puerta principal. Una puerta sencilla pero bonita con arcos concéntricos apoyados en sus respectivas columnas.  De este siglo también es la pila Bautismal.

La iglesia se empezó en el siglo XII y se acaba en el XVI y durante ese tiempo va adquiriendo muchas transformaciones. 

Comienza el ensanche por los pies del edificio y como fachada principal se coloca una torre que más tarde también sería remodelada, cerrándose su puerta y dándole altura al campanario

LA CAPILLA MAYOR

En el año 1517 se le encarga la obra de la Capilla Mayor a uno de los arquitectos más prestigiosos de aquel momento: Juan Gil de Hontañon que  al fallecer éste,  es su hijo Rodrigo quien finaliza la obra. De la bóveda de crucería tan sólo quedan unas ménsulas de las que salían unos nervios entrelazados entre sí que ascendían hasta el centro. 

En esta capilla se coloca el antiguo retablo de la iglesia. 

EL RELICARIO

Como el retablo antiguo queda un poco pequeño se decide hacer un relicario al lado izquierdo con la función de custodiar al Santísimo. Es ejecutado por el maestro cantero Juan de Villafaña y  las puertas de madera tallada fueron hechas por Alonso de Tejerina. Es de estilo Renacimiento Lombardo y el escudo que figura arriba se cree es del obispo Pedro Manuel , señor de Venialbo 

Diez años más tarde se abre la ventana para que entre la luz directa al Relicario.

EL RETABLO

En  el marco grandioso de la nueva cabecera resultaba pequeño el antiguo retablo mayor por lo que se decide promover uno nuevo. Se encomienda su ejecución al entallador Arnao Palla. De estilo plateresco es de una expresividad intensa. La policromía y las tablas del retablo se encargan al acreditado pintor Lorenzo de Ávila. 

El retablo se compone de un estrecho banco o predela, tres cuerpos divididos en cinco calles, y un último cuerpo con tres calles. Culmina el retablo la imagen de un Padre Dios. 

En la predela están los cuatro evangelistas. San Mateo, San Marcos, San Lucas y San Juan. De estilo Berruguete.

El retablo se puede concebir como dedicado a dos grandes temas.

  • Escenas de la vida de Jesús.
  • Tablas consagradas a devociones particulares del lugar: San Miguel y el milagro de Santa Elena. 

El retablo, de estilo renacentista, está compuesto por treinta columnas con cuatro tipos de abalaustrado

EL PÚLPITO

Esta pieza se encuentra en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid.Es de estilo gótico de la segunda mitad del siglo XV, de piedra caliza con una altura de casi tres metros 

OBRAS DE ARTE DE LA IGLESIA

Un busto relicario romanista de san Benito en madera policromada, de hacia 1600, y otras tallas respetables, como las de san Roque, hispano-flamenca, san Blas, san Sebastián y santa Águeda, todas ellas del siglo XVI, de diferente autoría, acrecentadas por sus preciosas policromías originales. Además, un san Antonio de Portugal, barroco, un grupo de santa Ana y la Virgen niña, de la segunda mitad del siglo XVIII, como otra pequeña imagen de san Pedro y el Crucificado entallado por José Cifuentes para suplantar al medieval que estuvo expuesto en la cabecera, al lado del relicario. 

Por fin una curiosa arquilla para guardar al Santísimo, en madera de pino forrada por fuera en terciopelo carmesí con pasamanería y apliques dorados y, por dentro, en tisú blanco sobre el que se dejó constancia a pluma de que la donó en 1498 doña Juana de Aragón, hija natural del rey don Fernando el Católico.