Iglesia de Fuentespreadas

IGLESIA DE SAN CRISTÓBAL DE FUENTESPREADAS

José Navarro Talegón.

La primera referencia documental conocida a esta iglesia data del año 1222 y acredita que ya entonces pertenecía a la orden del Santo Sepulcro, cuyo prior a la sazón era un tal Eviardo. Es probable que esa pertenencia se remontase al siglo XII. Dependió del priorato de España, establecido en el monasterio del Santo Sepulcro de Toro, cuyos titulares eran al mismo tiempo cubicularios del romano pontífice, canónigos del Santo Sepulcro de Jerusalén y comendadores de dicho monasterio toresano, cabeza de la misma orden en los reinos de Castilla, León, Portugal y Navarra. En 1489 el papa Inocencio VIII dispuso la supresión de la orden y la agregación de sus bienes a la del Hospital de San Juan de Jerusalén para incrementar los recursos de ésta y sus servicios militares frente al expansionismo del imperio turco; pero ello no surtió efectos hasta unas décadas después. En 1523 ya se había consumado y la casa matriz sepulcrista de Toro resultó reducida a bailía de la orden de San Juan con esta iglesia de Fuentespreadas dependiendo de ella; así permaneció hasta el año de 1873, en el que la Santa Sede suprimió la jurisdicción exenta de la orden de San Juan y encomendó sus iglesias a los ordinarios diocesanos. Ésta quedó bajo la autoridad de los obispos de Zamora.

En el primer tercio del siglo XIII comenzarían a reconstruir la primitiva iglesia del lugar por la cabecera. Se alzaron entonces, ajustados a pautas habituales del estilo románico, un ábside semicilíndrico y su correspondiente tramo recto presbiteral, aparejados en buena sillería, rematados ambos por cornisas de las que sólo subsisten los canecillos piramidales, y aquél, calado por tres aspilleras, la central guarnecida bajo arco de medio punto volteado sobre impostas de nacela y columnitas con capiteles de hojas y bellotas de roble esquematizadas. Este vano central y el meridional fueron adulterados al agrandarlos en la primera mitad del siglo XVIII cuando recrecieron todos los alzados de la cabecera y eliminaron sus abovedamientos de cuarto de esfera y de cañón apuntado, porque sin duda estaban agrietados, como lo está el ábside, y para acrecentar el ámbito interior y alojar con desahogo el nuevo retablo mayor. Entonces suplantaron la embocadura original, que sería de arco doblado y apuntado, por la actual, un arco despejado de medio punto, de mucha más luz, con ornamentos barrocos de placas recortadas bajo las impostas de sus arranques, que restó interés al templo, pero le aportó diafanidad; también abrieron una ventana al sur del tramo recto y mutilaron las impostas espaciadas alrededor de la cabecera, por el exterior, con el fin de apear en ellas las vigas cumbreras de techumbres de colgadizo para posibles pórticos u otras dependencias.

Subsisten los antiguos contrafuertes de aquel arco original de acceso a la capilla mayor, en los que engarzaron los alzados de la nave, organizada en tres tramos mediante dos grandes arcos diafragma, cuyos formatos desiguales delatan que fueron volteados por distintos maestros en sendas etapas distanciadas. El más antiguo, situado al naciente, que fabricarían después de mediado el siglo XIII, arranca de pilares acodillados con impostas decoradas, es doblado y apuntado, algo alancetado por efecto de su considerable peralte; el erguido a poniente, sencillo, más agudo y angosto, datará del siglo XIV, como la puerta cercana y del mismo género abierta al norte. Sobre ellos armaron techumbres de madres a dos aguas, sin relación con las actuales. La puerta adintelada de acceso al baptisterio resulta de haber rasgado y calado un lucillo sepulcral abierto en el haz externo del muro septentrional.

La puerta principal responde a un diseño clasicista muy mezquino, de hacia 1600. Sobre la cornisa que, en lugar del entablamento, con dos pilastras cajeadas recuadra al arco cortando sus salmeres, se embutió un sillar en el que se aprecia grabada la cruz de la orden del Santo Sepulcro, latina, de doble travesaño o patriarcal, potenzada, gemela de las incisas en la cara exterior del ábside y del mismo tipo que las pintadas en la bóveda central del Santo Sepulcro de Toro y sobre la aspillera del testero de la iglesia zamorana de la propia advocación. Precede a la puerta meridional un amplio cabildo soportado por columnillas góticas, con las basas repuestas como capiteles, en el que se mantiene el testimonio del rico ajuar funerario de Fuentespreadas, del siglo IV al V, hoy en el Museo Arqueológico Nacional.

El retablo mayor barroco, concausante de la reforma deplorable de la capilla mayor, en cuyo banco se aloja un tabernáculo con relieve eucarístico del pelícano en su puerta, estructura su cuerpo en tres calles mediante un par de columnas y otro de estípites. Ocupa el nicho central un grupo del titular, san Cristóbal, al que flanquean en las calles laterales sendas imágenes del niño Jesús, todas ellas en madera policromada, apreciables, barrocas y coetáneas; con las mismas hermana la de san Juan Bautista niño, titular de los Hospitalarios, que flanqueada por dos angelitos, se expone en el centro del ático, rematado por la cruz de Malta.

Conserva un estimable patrimonio de arte mueble integrado por una pila bautismal gallonada, recercada de bolas, con el tenante cilíndrico original en cuya base perviven adherencias góticas, del siglo XVI; por un gran Crucificado gótico, de tamaño natural, de hacia 1300, con policromía que desmerece, muy posterior, antepuesta a un lienzo al óleo manierista, muy embetunado, del siglo XVII, con las figuraciones de la Virgen y san Juan dolientes; otro Crucifijo gótico de tamaño menor y algo posterior, con repintes degradantes; las tallas de santa Águeda, san Gregorio y san Blas, las tres góticas, tardías, de diferente mano y repintadas groseramente, como la de san Roque, hispano-flamenca, del primer tercio del XVI.

De menos entidad son otras tallas policromadas de san Sebastián, del siglo XVI, y de san Antonio, del XVIII.